«Si hay algo por lo que vale la pena vivir, es por contemplar la belleza». Hermosas y sabias palabras del discípulo de Sócrates, el filósofo Platón. Pero, ¿está hablando el griego, de la belleza tal y como la entendemos a día de hoy?
No, Platón, no ser refiere a la belleza tal y como es entendida a día de hoy, como algo superfluo y banal, físico y perecedero, efímero, y totalmente subjetivo, condicionado por la cultura y el contexto histórico.
Lo bello, para Platón, no es algo que se puede apreciar o ser percibido a través de los sentidos. No es algo que se puede ver, oír, tocar u oler. Sino que la belleza es algo a lo que solo es posible acceder por la vía de la razón. No así, sus contemporáneos y tan opuestos, los sofistas, que afirmarían que lo bello, es algo que solo puede ser aprehendido por medio de la sensibilidad.
La belleza, para el sabio griego, tenía más relación con la virtud, el bien, la verdad o la justicia. Algo más relacionado con el equilibrio y la armonía, pero no en el sentido material, sino más cercano al plano espiritual, a o etéreo, o a lo metafísico.
Hipias, el tirano involucrado en las guerras médicas, afirmaba que lo bello, lo hermoso, eran la fama y los bienes materiales, mientras que para Platón, que siempre hablaba por boca de Sócrates, lo bello, se identificaba con el saber, y más concretamente con la contemplación de ese saber. Claro que sabía que existían objetos hermosos, y mujeres y hombres hermosos, pero solo en el sentido estético. Pero la belleza, va más allá del plano físico, para abarcarlo todo, siendo lo más bello de todo, el conocimiento. Al margen de lo meramente estético, Platón encuentra en la belleza un sentido moral, directamente relacionada con la idea de bien, dos términos que el griego, usaba indistintamente, como sinónimos. Para Platón, la belleza, el bien, la verdad y la justicia, tenían idéntico significado. La belleza, por tanto, no encontraría su esencia en lo material, en la falsa realidad, en el mundo de los sentidos, sino en el mundo inmaterial, el de la razón, o como él lo llamaría, en el mundo inteligible. Porque solo lo esencial es real, y por tanto, la belleza como tal, no se encuentra en este mundo, una copia de la realidad, una sombra, una ficción.
El amor, la belleza y la sabiduría
“Conviene que el que quiera proceder con acierto en este camino, comience desde que es joven por despertar a los cuerpos bellos y en primer lugar a un solo cuerpo y siembre así bellas máximas. Luego debe comprender enseguida que la belleza que hay en un cuerpo cualquiera es hermana de la que hay en otro, y que si ha de ir en persecución de la belleza en su idea misma, será mucha necedad no considerar como una sola y una misma belleza, la que existe entre los cuerpos. Cuando se haya penetrado de este pensamiento, se constituirá en amante de todos los cuerpos bellos y cederá en la vehemencia de su amor a uno solo, despreciando y teniendo en poco este amor exclusivo.
Después de esto deberá refutar la belleza del alma, más estimable que la del cuerpo, de modo que si encuentra un alma convenientemente dispuesta, aunque su cuerpo no sea de gran hermosura, será el devoto constante de ella y dará nacimiento a pensamientos que enseñarán y fortificarán el carácter, a fin de que, precisado a contemplar la belleza en las acciones y en las leyes, conozca que toda belleza es congénere consigo misma, para que estime como muy poca cosa la belleza del cuerpo”.
Esto ni significa que los griegos desdeñasen la belleza física, y de hecho les encantaban los cuerpos bellos, y sobre todo los cuerpos masculinos, quedando el de la mujer relegado al ámbito reproductivo, como meras vasijas para cobijar a sus hij@s, como recipientes o contenedores de sus descendientes.
De hecho, el cuidado del cuerpo también preocupaba a los primeros filósofos, y de hecho, la educación física era una de las asignaturas que Platón calificaría de fundamental, para la educación del gobernante o filósofo-rey.
Hoy, cuidar el cuerpo, es fácil, debido principalmente a los avances científicos, que permiten corregir esos pequeños defectillos, o esas cosas con las que no estamos contentos, y de una forma totalmente natural. Y es que, una de cada 3 personas, se han sometido a algún tipo de tratamiento estético. Así nos lo confirman en Art Estética, donde desde el año 1999, intentan hacer realidad los deseos, y aspiraciones de sus pacientes, porque, aunque no son magos, sí saben cómo ayudar a conseguir un físico sano y bello. La experiencia de sus médicos, la profesionalidad de su equipo, su formación continua y la alta tecnología utilizada en sus tratamientos contribuyen al bienestar de todos y cada uno de ellos.